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El trabajo de Julia Hetta, fotógrafo sueca que expone hasta el 1 de julio de 2012 en el museo Fotografiska, me ha hecho reflexionar acerca de las relación de amor-odio que han mantenido la pintura y la fotografía desde el nacimiento, de esta última, en el año 1839.
Por un lado, sobre cuál de las dos disciplinas es el Medio (sí, sí, con mayúsculas) de expresión individual; y por otro, sobre cuál de las dos es capaz de transformar mejor la realidad en algo bello.
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Hasta que llegó Delacroix, el pintor de la luz y el color y firme defensor de la fotografía, y las reconcilió cuando se lamentó por el nacimiento tardío de la fotografía.
Julia Hetta realiza el cruce perfecto entre fotografía, moda y pintura. Sus composiciones tipo bodegón, encuadres, textura y manejo de la luz recuerdan sin ningún género de duda a los grandes maestros italianos.
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